«¡Ah, el horror! ¡El horror!» son las últimas palabras que el agente comercial Kurtz pronuncia poco antes de morir. Marlow, tiempo después, obligado junto con el resto de la tripulación del Nellie a esperar el reflujo de la marea en el Támesis, recuerda estas palabras y los días en que su misión para una compañía comercial consistió en remontar el río a la búsqueda del antiguo director de la Estación Central, Kurtz.

Marlow, en su viaje, asiste con perplejidad, repugnancia y ocasional indiferencia a escenas que muestran la naturaleza de la presencia del hombre blanco en el África negra.