De todos los artistas con leyenda en la historia del arte, Tintoretto es el único que la debe exclusivamente a su pintura. Causó sensación pronto, provocó adhesiones y fobias en todas las edades, inspiró fantasmagorías libertarias o maniáticas a más de un escritor del siglo XX, y fue motivo en el XIX de cuadros anecdóticos al estilo pompier que le tenían de protagonista piadoso o maligno. Todo ello sin necesidad de matar a nadie en riñas de taberna (como Caravaggio), de servir de agente secreto a los grandes monarcas europeos (como Rubens), de sufrir persecución judicial por sodomita (como Leonardo da Vinci), de ser jerifalte de una revolución (como Delacroix) o famosa mujer maltratada avant la lettre (como Artemisia Gentileschi), de destruir a los 34 años toda la obra pintada para recomenzarla (como Francis Bacon), o autodestruir, en un suicidio artístico tal vez, la propia vida empantanada en el alcohol (como Jackson Pollock).