Durante miles de años el ser humano ha buscado el concepto de lo absoluto en la religión y en lo divino, pero ese camino se ha ido secularizando, ha descendido desde las aspiraciones celestes hasta la vida mundana y se ha convertido, paradójicamente, en un proyecto individual que no sigue un rumbo trazado de antemano.

Tzvetan Todorov, emulando a su admirado Stefan Zweig, recoge en Los aventureros de lo absoluto el proyecto vital de tres grandes creadores, paradigmas de ese absoluto quizás inalcanzable: Oscar Wilde, el artista que quiso llevar la belleza a todos los ámbitos de su vida y que terminó vencido por los prejuicios de su época; Rainer Maria Rilke, el escritor que pretendía concentrar toda su energía en su obra y que murió consumido por la melancolía; y Marina Tsvietáieva, la poeta que intentó conciliar vida y escritura antes de ser aplastada por la historia.

Tres creadores que, entre todas las tentativas para pensar y vivir el absoluto, optaron por la que interpreta esta experiencia como la búsqueda de la belleza, en el convencimiento de que ese absoluto no era un horizonte sino un estado permanente de plenitud sin el cual la vida no vale lo mismo.