El individuo capaz de pensar y decidir por sí mismo es el sujeto adulto que no acepta las ideas recibidas como verdades inexorables y que sabe perfectamente que compartir un prejuicio sólo puede ser una opción provisional y con conciencia de ello. Frente a la sociedad de los creyentes, de los que aceptan acríticamente los relatos que se los ofrecen, la sociedad de los espíritus libres que discuten y construyen proyectos y que saben que la forma más persistente del mal es el abuso de poder.