Poemas del Gitanjali


El gran poeta bengalí Rabindranath Tagore (1861-1941) consigue, con un estilo sencillo y hondo a la vez, en una síntesis milagrosa de folclore indio, textos sagrados, cultura occidental y música y arte universales, transmitir un legado de genuina relación con lo luminoso. Porque eso, lo luminoso, es lo que busca traducir en sus obras, lo que vertebra su extensa producción multifacética; lo luminoso, que limpia el mundo de sombras e intereses oscuros y que debería informar nuestras acciones, nuestros pensamientos, nuestros modelos políticos y educativos o nuestra relación con lo divino. Su literatura se halla tan cerca del latido primordial y del corazón de los seres vivos, tan entreverada de misterios naturales y de invocaciones a la divinidad, que hipnotiza desde la primera lectura.

Esta selección de su célebre Gitanjali está dividida en dos secciones: poemas amorosos y de la naturaleza, y poemas místicos. Difícil distinguir, en todo caso, entre el sentimiento que produce la inminente llegada del amado o de la amada, el derivado de una tormenta monzónica que pone a temblar los bosques y los corazones o el de un loto que se abre como metáfora del ciclo de la existencia, y el que prende en uno cuando es rozado por la presencia (o la ausencia) divina. Los poetas Jesús Aguado y Subhro Bandopadhyay consiguen, con esta soberbia traducción, que Tagore llegue a nosotros tan vivo y poderoso como el primer día.



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