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Montale, Eugenio

Eugenio Montale nació en Génova en 1896, en el seno de una familia acomodada. Tímido y enfermizo, encontró en su hermana Marianna, estudiante de filosofía, una primera guía para sus intereses culturales. Asiduo visitante de las bibliotecas, se construyó en pocos años una sólida cultura literaria y filosófica, mientras se acentuaba su introversión y su sentimiento de ineptitud para la vida que, al igual que a Leopardi, no lo abandonó nunca y marcó el tono de su poesía. En esa época de formación, el verdadero descubrimiento es el mar, protagonista de su primer libro, Huesos de sepia (1925), dominado por su ley riesgosa, la de ser «vasto y cambiante / y al mismo tiempo fijo», donde Montale encuentra la evidencia de la cárcel de nuestra existencia y, al mismo tiempo, la posibilidad del milagro, de la inesperada evasión de las leyes naturales que nos oprimen. Sin embargo, la primera vocación de Montale no fue la poesía, sino el bel canto, cuyos estudios abandonó debido a la muerte de su maestro, Ernesto Sivori, y al estallido de la primera guerra mundial. De esta inclinación le quedará un gusto por la ópera y el melodrama, que no dejará de reflejarse en su poesía, caracterizada por una peculiar conjunción de encantamiento musical y pesimismo filosófico. Entre 1929 y 1938, radicado en Florencia, ocupa el cargo de director del Gabinetto Vieusseux, una de las bibliotecas más importantes de la ciudad. Tras perder este cargo, perseguido por el régimen fascista, sobrevive como redactor de artículos y traductor. Es la época de Le Giubbe Rosse, el célebre café donde Montale frecuenta a escritores e intelectuales antifascistas como Landolfi, Vittorini, Gadda, Quasimodo, Contini o Luzi. También conoce en Florencia a las dos mujeres fundamentales de su vida: Drusilla Tanzi («Mosca», para los amigos), con quien se casa, e Irma Brandeis, norteamericana estudiosa de Dante, con quien mantiene una relación tormentosa que inspiró buena parte de Las ocasiones La tormenta y algo más. En 1948, Corriere della Sera lo contrata como redactor, cargo que le da la estabilidad laboral que siempre había anhelado, y se traslada a Milán, sede del periódico. Desde entonces la intensa actividad periodística que desarrolla tendrá una indudable in fluencia en su poesía. A partir de Satura, el tono reconcentrado e íntimo de los primeros libros deja paso a una escritura más llana y coloquial, donde el pesimismo metafísico se vuelve crítica mordaz que se mantiene en los siguientes libros: Diario del ’71 y del ’72, Cuaderno de cuatro añosOtros versos y Diario póstumo. Montale muere en Milán en 1981, cargado de honores y reconocimientos, entre ellos el premio Nobel, que se le otorga en 1975. Autor de una concentración y precisión ejemplares, al que se le endilgó desde temprano el calificativo de hermético, no es nunca incomprensible. Pocos poetas tan alejados del equívoco, aun del equívoco feliz, como Montale. El poeta nunca perdió, aun en sus poemas más atormentados y privados, el instinto de la comunicación con el lector, al que nunca intenta seducir vanamente. La música, en él, no es un modo de componer, sino de convocar el poema; no un aderezo, por más genial que pueda ser éste, sino parte medular de su manera de sentir y de mirar el mundo. Este volumen –traducido por el poeta, narrador y ensayista Fabio Morábito, de ascendencia italiana y radicado en México– reúne todos los libros de poesía de Montale, convirtiéndose así en la primera edición que recoge la totalidad de la obra del poeta italiano en una lengua extranjera.

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