Diane Cook publicó Una nueva tierra salvaje en 2020. Es un libro que sale a la luz en el momento de la pandemia del Covid-19 pero que, evidentemente, se concibe antes de que nuestro planeta parara y comenzáramos a ver la vida a través de la ventana y, desde ella, observáramos cómo la naturaleza ganaba terreno ante nuestra ausencia. En esta novela no hay ciencia ficción ni aparatos extraños, a pesar de estar situada en un futuro que podría llegar dentro de cientos de años o pasado mañana mismo. Sus protagonistas abandonan la Ciudad y se adentran en la Reserva, un territorio ignoto que reúne toda la hostilidad y toda la belleza de la naturaleza salvaje: una nueva naturaleza en la que la norma fundamental para habitarla es la de no dejar huella humana. Fuera de la Reserva está la Ciudad donde se apiñan sus habitantes, donde el aire enferma a los niños, donde todos los colores son artificiales. El resto del territorio planetario está dedicado a la explotación de recursos o a almacenamiento de basura. La supervivencia en la Reserva parece, frente a ello, todo un privilegio. Sin embargo, en las páginas de esta novela no encontrarás una defensa de la Naturaleza como ese lugar idílico que proteger o al que regresar para curar todos los males de la humanidad, tampoco una defensa del buen salvaje en estado natural frente al ser humano corrompido por el progreso y el capitalismo feroz. No es una novela moral o naíf ni una novela ecologista, ni siquiera una novela distópica, aunque lo parezca. Es una obra que explora la condición humana en una situación tan adversa como ininteligible para el humano del Antropoceno: intentar sobrevivir luchando contra todo lo que el progreso y la civilización nos ha enseñado.