La pintura flamenca del siglo XV representó la culminación de un proceso que había empezado a gestarse muchos siglos antes; un proceso por el que deja de ser cierto aquello de que «el mundo y los hombres sólo existen porque Dios los mira». A partir de entonces, la mirada del hombre adquiere una relevancia capital.

Desde la génesis del retrato en la Edad Antigua y las modificaciones que éste sufrió a raíz de la expansión del cristianismo, Todorov traza una historia que a lo largo de los siglos ha ido conduciendo inexorablemente a una revolución en la concepción del individuo.

Una historia que alcanzó su punto álgido en la pintura flamenca del siglo XV, cuyos maestros pioneros supieron otorgar al individuo un lugar completamente nuevo. Así, el mundo y la mirada sobre éste adquirieron una cualidad que siempre les había sido negada.